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impacto en la izquierda

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La decisión de la exministra y líder cocalera Eva Copa de retirar su precandidatura presidencial ha generado un nuevo remezón en la izquierda boliviana, intensificando las divisiones internas en un espectro político que, de cara a los comicios generales de 2025, se muestra cada vez más fragmentado. La situación se agrava con la postura asumida por el expresidente Evo Morales, quien ha reiterado su llamado a promover el voto nulo, en señal de rechazo al actual proceso de preselección de candidatos impulsado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y al gobierno del presidente Luis Arce.

Copa, que en los años recientes había desarrollado una imagen autónoma y con creciente apoyo del público, especialmente en la ciudad de El Alto, justificó su retiro haciendo un llamado a minimizar el conflicto dentro del movimiento popular. Su determinación tomó por sorpresa a diversos sectores que consideraban su candidatura como una opción factible para revitalizar el liderazgo en el ámbito de la izquierda, distanciándose tanto del oficialismo vigente como de la estructura partidaria encabezada por Morales.

El exlíder sigue inmerso en una campaña política que ha complicado aún más sus relaciones con los grupos en el poder. En una serie de comentarios recientes, Morales declaró que falta confianza en el sistema electoral vigente y en la estructura gubernamental, a la cual señala por acosar a sus partidarios y manejar los mecanismos de elección interna. En este escenario, su promoción del voto nulo se ha visto como una táctica de sabotaje que, aunque podría afectar la legitimidad del proceso electoral, también podría resultar en que el bloque de izquierda quede sin representación notable.

La división no se limita únicamente a las figuras visibles de liderazgo. Varias organizaciones sociales que tradicionalmente respaldaban al Movimiento al Socialismo (MAS) ahora están separadas entre aquellas que apoyan al presidente Arce, aquellas que están con Morales y aquellas que buscan nuevas opciones políticas. Esta fragmentación se manifiesta en la ausencia de una agenda unificada y en la aparición de discursos contradictorios que debilitan el conjunto de la izquierda en Bolivia.

Expertos en política señalan que esta situación beneficia a los grupos de oposición que han iniciado la elaboración de estrategias más estructuradas en el centro y la derecha. La falta de cohesión en el oficialismo podría crear las condiciones para nuevas alianzas políticas y candidatos con una mejor capacidad para atraer el malestar de la población, tanto en áreas urbanas como en rurales.

El retiro de Copa revela además las limitaciones en el proceso de renovación de líderes dentro del grupo progresista. Si bien su imagen surgió como un emblema de transformación luego de su mandato como alcaldesa alteña, la ausencia de respaldo sólido desde las estructuras partidarias convencionales parece haber debilitado sus oportunidades de competir de manera equitativa.

Mientras tanto, la administración de Arce busca retener el dominio sobre la estructura estatal y fortalecer su equipo de cara a la votación. No obstante, el crecimiento de las críticas internas, la presión de los opositores y las dudas sobre la transparencia del proceso de votación complican el fortalecimiento de una candidatura oficial sólida.

En este contexto de incertidumbre, las perspectivas para la izquierda boliviana se vuelven cada vez más complejas. La polarización entre los sectores afines a Morales y los leales al Ejecutivo amenaza con dejar al bloque sin una propuesta unificada, debilitando su capacidad de convocatoria y su representatividad en las urnas. Con el calendario electoral en marcha, los próximos meses serán decisivos para determinar si se logra articular un proyecto que recupere la cohesión perdida o si la dispersión se traduce en una derrota histórica para el campo progresista en Bolivia.

Por Otilia Adame Luevano

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